Devocional Fin de Semana – Cercano a Jesús

¿Cómo estar cerca de Jesús?

Nací y vivo en Buenos Aires, ciudad cosmopolita que como toda gran urbe ha sido – a lo largo de su joven pero rica historia – receptora de múltiples inmigraciones del extranjero y también de migraciones internas. ¡Cómo se nota esta realidad al recorrer cada uno de sus barrios!

De vez en cuando a mi esposa y a mí nos encanta salir a pasear por esta inmensa «jungla de cemento», realizar largos recorridos a pie… ¡y perdernos en sus coloridas calles! Su arquitectura, la enorme variedad de ofertas gastronómicas, su manera característica de hablar… todo señala que esta ciudad y sus habitantes, los porteños – como se nos denomina – definitivamente tenemos la huella indeleble que señala que hemos descendido… ¡de los barcos! (en referencia particular a las inmigraciones europeas que llegaron a estas tierras durante la primera mitad del siglo XX).

En una suerte de mixtura entre la nostalgia, la pobreza, el talento y la aventura, surgió en ambas orillas del Río de la Plata una música y un baile (o un baile y una música) que se constituyeron en el emblema internacional de nuestra identidad: nada más ni nada menos que el tango.

No es que todos sepamos cómo bailarlo, y menos cómo cantarlo al estilo de los grandes como Carlos Gardel, Roberto Goyeneche o Amelita Baltar. Pero es un hecho que todos conocemos y tarareamos al menos uno o dos de los tangos más famosos.

En mi caso me fascina la poesía de sus letras y la pasión de su música. Por caso, días atrás me cautivó volver a escuchar el tango «Desencuentro», que en parte de sus estrofas dice: «Quisiste con ternura, y el amor te devoró de atrás hasta el riñón / Se rieron de tu abrazo y ahí nomás / te hundieron con rencor todo el arpón / Amargo desencuentro, porque ves que es al revés… / Creíste en la honradez y en la moral… / ¡qué estupidez! / Por eso en tu total fracaso de vivir / ni el tiro del final te va a salir».*

¡Qué capacidad para expresar la desazón humana frente a las circunstancias adversas de la vida!

Porque en la ciudad también se sufre. La delincuencia, los problemas cotidianos, la insatisfacción emocional, los dolores del alma, las promesas incumplidas de los representantes gubernamentales, el rencor, la discriminación, los conflictos familiares, la marginalidad, el miedo, la polución… ¡una larga y creciente lista que perfilan el «mosaico multicolor» de penurias que sobrevienen al urbanita!

Una de las estrofas del tango en cuestión dice: «¡Qué desencuentro! / ¡Si hasta Dios está lejano! / Llorás por dentro / todo es cuento, todo es vil».*

En el Evangelio leemos: «¡Presten atención! Una joven virgen quedará embarazada, y tendrá un hijo. Y llamarán a ese niño Emanuel. Este nombre significa ‘Dios está con nosotros'». Mateo 1.23 (TLA).

Es muy fácil perderse en una ciudad tan grande como Buenos Aires. Es posible llegar a sentirse solo aunque la multitud nos apiñe en el transporte público durante la hora de mayor tráfico. Y hasta podemos llegar a sentir – en el mundo de las sensaciones, emociones y sentimientos – que la Divinidad («si existe tal», como a veces escucho decir) nos abandonó a nuestra mejor suerte.

Sin embargo, la cercanía de la Navidad y toda su parafernalia constituye una excelente oportunidad para reencontrarnos con Jesucristo, verdadero Emanuel que «está con nosotros».

¡Buen Fin de Semana! ¡Si hasta Dios está cercano!

CRISTIAN FRANCO

Devocionales Cristianos www.devocionalescristianos.org

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