Independencia financiera en la vida Cristiana

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«YO LES DARÉ NUEVA VIDA. HARÉ QUE CAMBIEN SU MANERA DE PENSAR…» (Ezequiel 36:26 TLA)

El vecino Millonario, un libro éxito de ventas, habla de dos personas que viven en la misma calle, en casas parecidas y con trabajos similares. Pero a la edad de cincuenta años, uno tiene gran solvencia financiera y el otro se está ahogando en deudas. El problema del segundo, entonces, no es falta de dinero, sino de planificación y de disciplina a la hora de comprar. Su lema ha sido: ‘Quiero esto ¡y ahora!’ Muchas veces asociamos la felicidad con gastar. Entonces, si nos sentimos un poco decaídos, nos vamos de compras. Seguro que cuando recibiste tu última paga extraordinaria o la devolución de los impuestos lo primero que pensaste fue ‘¿En qué me lo voy a gastar?’ ¡Reconócelo! Nos dice el apóstol Pablo: «No os amoldéis a los usos y costumbres propios de este mundo; antes bien, procurad que vuestra mente renovada…» (Romanos 12:2 CST). En el tema de las finanzas, tienes que pedir a Dios que te dé los «deseos apropiados». Decía Robert Orben: ‘Todas las mañanas consulto la lista de las personas más ricas de los EE.UU. en la revista Forbes; si mi nombre no aparece en la misma, ¡entonces me levanto y me voy a trabajar!’

Nos dice la Biblia: «… No menosprecien estos modestos comienzos…» (Zacarías 4:10 NTV). Las grandes cosas son la culminación de las pequeñas. He aquí unas pautas para la prosperidad: Da a Dios el diezmo de tus ingresos, ahorra otro 10 por ciento y vive con el resto (Proverbios 3:9). A medida que se aumenten tus ingresos, invierte el 50 por ciento de ese incremento en una cuenta, a la que puedes llamar «cuenta de libertad financiera». Una vez que dejas de gastar hasta el último céntimo y empiezas a ahorrar, se produce una dinámica interesante. Ese acto de disciplina de ahorro, aunque sean pequeñas cantidades, te dará más tarde seguridad financiera y tranquilidad espiritual y emocional. Según un conocido teólogo: «La raíz de la disciplina está en el respeto a uno mismo y en el dominio propio. Al negarte a ti mismo, sentirás que tu sentido de dignidad se acrecienta.’ En cuanto al dominio propio, además de ayudarte a conseguir una independencia financiera, también enriquece todas las otras áreas de tu vida.

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