«Y VINE., Y ME SENTÉ DONDE ELLOS ESTABAN SENTADOS, …ATÓNITO ENTRE ELLOS» (Ezequiel 3:15)
Reflexión Cristiana: Identificándonos con los que sufren
En aquel tiempo, Ezequiel descubrió que la identificación era una virtud primordial para ministrar a personas que sufrían. Hoy sigue siendo lo mismo.
Se cuenta que un campesino tenía unos cachorros para vender, y puso un cartel para anunciarlos. Un día sintió que alguien le estiraba el pantalón que llevaba puesto y vio a un muchacho que tenía algo en la mano. Sonriendo le dijo: «Señor», «quiero un perrito». El granjero le respondió: «Muchacho, estas crías son de buena raza y cuestan un montón». El niño pensó por un momento, y después dijo: «Está bien; sólo tengo 39 céntimos. Dígame, ¿podría verlos si se los doy?». «Por supuesto», dijo el granjero, «¡Doly, Doly, ven aquí!». Y allá vino la perra corriendo cuesta abajo, seguida por sus cuatro perritos. Los ojos del niño se iluminaron.
Entonces, otro perrito salió de la perrera; sin lugar a dudas era el más pequeño de la camada. Se deslizó por la rampa, y cojeando intentó alcanzar a los otros.
«Quiero ése», dijo el muchacho, apretando su cara en la valla. El granjero le preguntó: «Hijo, ¿y para qué quieres ese perrito si nunca podrá correr ni jugar contigo como te gustaría?». De pronto el chico se agachó, y subiéndose la pata del pantalón le mostró unas barras de acero que, fijadas a un zapato especial, sujetaban la pierna. Mirando al granjero, le dijo: «Ya ve, señor, yo tampoco corro muy bien, y el perrito necesitará a alguien que le entienda».
Cada limitación que hayas superado, cada miedo que hayas vencido, te ha preparado para levantar a alguien… ¡de no ser así, serían experiencias inútiles!
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