[GRUPOMINISTERIOMUJER]El antídoto para los celos

El antidoto para los celos

Los celos se derriten cuando estamos en sintonía con el Espíritu de amor

Tomado de: Nuestro Andar Diario

Gálatas 5:19-26
19 Ahora bien, las obras de la carne son evidentes, las cuales son: inmoralidad, impureza, sensualidad, 20 idolatría, hechicería, enemistades, pleitos, celos, enojos, rivalidades, disensiones, sectarismos, 21 envidias, borracheras, orgías y cosas semejantes, contra las cuales os advierto, como ya os lo he dicho antes, que los que practican tales cosas no heredarán el reino de Dios. 22 Mas el fruto del Espíritu es amor, gozo, paz, paciencia, benignidad, bondad, fidelidad, 23 mansedumbre, dominio propio; contra tales cosas no hay ley. 24 Pues los que son de Cristo Jesús han crucificado la carne con sus pasiones y deseos. 25 Si vivimos por el Espíritu, andemos también por el Espíritu. 26 No nos hagamos vanagloriosos, provocándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros.

El antídoto para los celos
Los celos son una criatura interesante. A diferencia de otras plagas, los contraemos con facilidad pero nos es difícil librarnos de ellos. A menudo se encuentran en compañía de otros indeseables como la disensión, la envidia, la ira y el odio. Los celos son un impedimento para las relaciones. Si no los sacamos rápidamente por la puerta, pronto nos echan a perder la fiesta.

¿Has sentido celos últimamente? Es una emoción común. Podemos sentir celos de las relaciones (cuando el otro muchacho consigue a la chica), envidiar cosas (el automóvil o la colección de discos compactos de un amigo), el reconocimiento (premios o promociones que nos perdemos), y la experiencia (puedo ponerme bastante celoso de esos chicos en la TV que van a probar los mejores lugares para las vacaciones. ¿Y les pagan por hacer eso?)

También podemos ponernos celosos por asuntos espirituales. Como cuando Dios le da a alguien una experiencia espiritual que no nos ha dado a nosotros. Algunos de mis momentos de mayores celos han sido de esta naturaleza: cuando Dios bendijo los esfuerzos de otra persona más que los míos y le dio a ella responsabilidades adicionales en vez de a mí.

A menudo me he preguntado si alguna vez los doce apóstoles se sintieron celosos unos de otros. Lee los evangelios con cuidado y verás que Jesús eligió de manera intencional a Pedro, Jacobo y a Juan de entre el grupo. Sólo a estos tres privilegiados se les permitió entrar en la habitación de la hija enferma de Jairo y ver su milagrosa sanidad (Marcos 5:37). Sólo sus ojos vieron a Jesús transfigurado en una luz resplandeciente (Marcos 9:2). Sólo este círculo interno fue el que se arrodilló más cerca de Jesús cuando Él oró en Getsemaní (Marcos 14:33). Me pregunto cómo se sentirían Andrés, Felipe, Bartolomé, Mateo, Tomás, Jacobo el hijo de Alfeo, Simón el Zelote, Judas hijo de Jacobo y Judas Iscariote después de estos eventos. 

Jesús envió el Espíritu para darles a ellos –y a nosotros– un antídoto contra los celos. Al estar llenos de Él, podemos vencer el poder de éstos en nuestra vida (Gálatas 5:25).

Los celos se derriten cuando estamos en sintonía con el Espíritu de amor. Él llena todos los vacíos de necesidad y nivela el suelo entre nosotros y aquellos de quienes estamos celosos.  –SV


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