Creer En La Vida Eterna Nos Lleva a la Verdadera Dimensión de Vida Como Cristianos

cruz de cristo en el monte

Creer en la vida eterna nos lleva a la verdadera dimensión de vida como cristianos

Romanos 10:8-9 “8 Mas ¿qué dice? Cerca de ti está la palabra, en tu boca y en tu corazón. Esta es la palabra de fe que predicamos: 9 que si confesares con tu boca que Jesús es el Señor, y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos, serás salvo.”

Estos versículos, son quizá muy conocidos, probablemente tanto como Juan 3:16, pero hoy quisiera que reflexionáramos en algo realmente trascendental, en lo que le da el paso definitivo a esa dimensión diferente de su vida como cristiano.

Es una realidad que cuando llegamos a Cristo, cuando tenemos esa gran revelación en la que logramos vislumbrar a Jesús como el Mesías, se reafirma en nosotros esa esperanza de cambio que anhelamos, nos imaginamos una vida diferente y maravillosa, le vemos justamente como la solución a todos nuestros problemas.

Nos enfocamos tanto en que a partir de entonces nuestra condición va a cambiar, en que nuestros problemas van a ser más llevaderos, en que realmente la bendición va a fluir hacia nosotros y saldremos del atolladero en el que estamos, que nos olvidamos de la verdadera razón por la cual Cristo vino a ofrecerse en sacrificio por nosotros.

Cuando oímos hablar del Mesías, del Salvador, de pronto no nos queda tan claro de qué nos salva, dejamos al cristianismo en la posición de una simple forma de vida, por supuesto que el Señor nos ofrece una mejor calidad de vida al hacer su voluntad, pero no podemos de ningún modo minimizar su disposición y obediencia, el derramamiento de su sangre, al grado de dejarlo todo en un pequeño suspiro, porque eso es nuestra vida en la tierra, apenas un suspiro comparado con la eternidad.

Jesús estuvo dispuesto a venir a vivir como un ser humano, estuvo dispuesto a dejar su posición de Dios para conocernos y experimentar nuestra forma de vida, al grado de haber sido tentado en todo, pero sin pecado, estuvo dispuesto a sufrir y morir para llevar cautivos nuestros pecados, con tal de que tuviéramos la posibilidad de reconciliarnos con Dios el Padre, con tal de que el acta de decretos que nos condenaba a un sufrimiento eterno fuera cancelada y ahora tuviéramos la posibilidad de vivir la vida eterna de Dios y con Dios por gracia.

Nos debería de llenar de gozo el entender, saber y creer que un día estaremos con Cristo en esa vida eterna en la que seremos como ángeles, en la que ya no habrá sufrimiento, en la que la Gloria de nuestro Dios nos cubra por completo y seamos revestidos de un cuerpo incorruptible, dejando atrás el cuerpo terrenal corruptible en el cual mora el pecado y procura llevarnos en todo tiempo a la perdición.

Hermanos, no nos olvidemos de esto “y creyeres en tu corazón que Dios le levantó de los muertos”, que tiene como consecuencia lógica que la vida eterna existe, si Jesús es la primicia de la resurrección, entonces nosotros resucitaremos y reinaremos con él, pero si no creemos en la vida eterna vana resulta nuestra fe y nuestra vida sigue basada en los afanes de esta tierra.

Cuando logramos realmente convencernos de la existencia de la vida eterna, es cuando llegamos a esa dimensión en la que buscamos primeramente el reino de Dios y su justicia, las cosas terrenales y nuestra propia vida tienen una importancia relativa, ya no somos esclavos de lo que podemos tener o de lo que carecemos, la perspectiva del valor de las cosas cambia y nos enfocamos en el deseo de agradarle a Dios principalmente.

Cuando vivimos en esa dimensión, somos buenos trabajadores porque queremos mostrar la gloria de Dios que está en nosotros, no porque nos aumenten el sueldo, somos mejores esposos y padres no porque queramos agradarle a nuestra familia, cosa que se dará implícitamente, sino que permitimos que el Señor moldee nuestro carácter porque queremos honrarle con nuestro actuar, no damos buen testimonio con el mundo porque queramos ser reconocidos, sino porque el honor queremos dárselo al que viene arriba de nosotros y buscamos ser su reflejo.

La añadidura de bendición vendrá, pero ya no será importante más que para compartir y disfrutar, las mejores relaciones vendrán pero ya no serán la base de nuestro bienestar sino nuestro mejor pretexto para compartir las buenas nuevas y el resultado de la obra de Dios en nosotros, es entonces cuando con toda certeza y convicción podremos decir:

Filipenses 1:21 “Porque para mí el vivir es Cristo, y el morir es ganancia.” Y podremos regocijarnos, no de lo que hemos recibido aquí o lo que hemos sido capaces de hacer en nombre de nuestro Dios, sino de lo que Jesús le dijo a sus discípulos con tanta claridad:

Lucas 10:20 “Pero no os regocijéis de que los espíritus se os sujetan, sino regocijaos de que vuestros nombres están escritos en los cielos.”

Dios los bendiga

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