Biblia: Juan 17:17 Santificalos En Tu Verdad

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"Santifícalos en tu verdad" Tu Palabra Es Verdad (Juan 17:17)

«Santifícalos en tu verdad» (Juan 17:17)

La santificación es un proceso que comienza en el momento de la regeneración. Es el Espíritu de Dios quien infunde en el ser humano un nuevo principio de vida, transformándolo en «una nueva criatura» en Cristo Jesús. Esta obra, que tiene su inicio en el nuevo nacimiento, se desarrolla de dos maneras: mediante el morir a uno mismo (mortificación), donde los deseos de la carne son sometidos y controlados, y mediante la vivificación, donde la vida que Dios ha depositado en nosotros se convierte en una fuente de agua que brota para vida eterna. Este proceso, conocido como «perseverancia», ocurre diariamente y se refiere a cómo el cristiano es preservado y continúa en un estado de gracia, abundando en buenas obras para la alabanza y gloria de Dios. Culmina y alcanza la perfección en la «gloria», cuando el alma, completamente purificada, es arrebatada para morar con los santos a la diestra de la Majestad en las alturas. Aunque es el Espíritu de Dios el autor de la santificación, debemos reconocer la agencia visible empleada en este proceso. Jesús dijo: «Santifícalos en tu verdad; tu palabra es verdad».

Existen numerosos pasajes bíblicos que demuestran que el instrumento de nuestra santificación es la Palabra de Dios. El Espíritu de Dios trae a nuestra mente los preceptos y doctrinas de la verdad, y los aplica con poder. Escuchamos y recibimos en nuestro corazón la verdad, y esta obra transforma nuestra voluntad y nuestras acciones según la voluntad de Dios. La verdad es el santificador, y si no escuchamos ni leemos la verdad, no creceremos en la santificación. Solo progresamos en una vida santa a medida que progresamos en un entendimiento sano. La Palabra de Dios es como una lámpara que ilumina nuestro camino, guiándonos en la senda correcta. No debemos considerar ningún error como una mera cuestión de opinión. Si permitimos un error en nuestro juicio, tarde o temprano toleraremos un error en nuestra práctica. Aferrémonos a la verdad, porque solo así seremos santificados por el Espíritu de Dios.

«El que tiene manos limpias y corazón puro; que no ha elevado su alma a la vanidad, ni ha jurado con engaño» (Salmo 24:4).

La manifestación externa de la santidad práctica es una marca sumamente valiosa de la gracia. Es preocupante que muchos hayan tergiversado la doctrina de la justificación por fe hasta tal punto que desprecian las buenas obras. Si esto es así, recibirán el desprecio eterno en el último gran día. Si nuestras manos no están limpias, debemos lavarlas en la preciosa sangre de Jesús, para así elevar manos puras hacia Dios. Sin embargo, «manos limpias» no son suficientes si no están conectadas a «un corazón puro». La verdadera religión es un trabajo del corazón. Podemos lavar la parte exterior de una copa o un plato tantas veces como queramos, pero si el interior está sucio, somos considerados completamente impuros a los ojos de Dios, porque nuestros corazones representan nuestra verdadera identidad. La vida misma de nuestro ser reside en nuestra naturaleza interior, y por eso es imperativo que haya pureza interior. Aquellos que son puros de corazón verán a Dios, mientras que los demás serán como murciélagos ciegos.

El hombre que ha nacido para el cielo «no ha elevado su alma a la vanidad». Todos los seres humanos tienen sus fuentes de alegría, por las cuales sus almas se elevan. Aquellos que son del mundo elevan sus almas mediante los deleites carnales, que son vanidades vacías. Sin embargo, los santos aman cosas más sustanciales. Al igual que Josafat, se elevan en los caminos del Señor. Aquellos que se contentan con cosas superficiales serán contados entre los cerdos. ¿Estás satisfecho con el mundo? Entonces, tu recompensa y tu porción están en esta vida. Aprovéchala, porque no conocerás otra forma de gozo.

«Ni ha jurado con engaño». Los santos continúan siendo personas de honor. La palabra del cristiano es su único juramento, pero tiene tanto valor como veinte juramentos de otros hombres. Hablar falsamente excluye a cualquier persona del cielo, ya que un mentiroso no entrará en la casa de Dios, sin importar cuáles sean sus profesiones o acciones. Lector, ¿te condena el texto que tenemos ante nosotros, o esperas subir al monte del Señor?

La santificación es un llamado sagrado y continuo en la vida del creyente. No podemos subestimar la importancia de la verdad y la pureza en nuestro caminar con Dios. Debemos ser diligentes en buscar y vivir según Su Palabra, permitiendo que el Espíritu Santo trabaje en nosotros, transformando nuestra mente y corazón. La santidad no es solo una cuestión externa, sino un asunto del corazón.

Debemos despojarnos de la vanidad y de todo engaño, buscando un corazón puro y manos limpias para honrar a Dios en todo lo que hacemos. No podemos contentarnos con las vanidades efímeras de este mundo, sino que debemos elevar nuestras almas en los caminos del Señor, buscando las cosas eternas y viviendo en obediencia a Su voluntad.

Que nuestras vidas sean testimonios de honor y verdad, reflejando la obra transformadora de Dios en nosotros. Queridos hermanos, ¡mantengámonos firmes en la verdad y busquemos la santidad, para que podamos experimentar la plenitud de la vida en Cristo y ser contados entre aquellos que verán a Dios!

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