Me agrada hacer tu voluntad, Dios mío.

Puse mi esperanza en el Señor, y Él se inclin? para escuchar mis gritos; me salv? de la fosa mortal, me libr? de hundirme en el pantano. Afirm? mis pies sobre una roca; dio firmeza a mis pisadas. Hizo brotar de mis labios un nuevo canto, un canto de alabanza a nuestro Dios. Muchos, al ver esto, se sintieron conmovidos y pusieron su confianza en el Señor. ¡Feliz el hombre que conf?a en el Señor y no busca a los insolentes ni a los que adoran a dioses falsos! (Salmo 40,1 – 4).
Jesís nunca se ha cansado de servir a la humanidad. Hoy aún sigue siendo el hombre más servidor de todos. Él mismo nos lo dijo: no he venido a ser servido, sino a servir. Pero de vez en cuando Él buscaba momentos de tranquilidad al lado de sus disc?pulos.

Han llegado a la casa de Sim?n, y encuentra a la suegra de éste enferma. Jesís la toma de la mano y la cura. Él todo podero so; Él conocedor de los sufrimientos humanos; Él que tanto ha amado al mundo, ¿se iba a quedar tranquilo viendo a los hombres perderse? No, hay que salvarlos a toda costa. Por eso allí está, sirviendo en los momentos de mayor intimidad con sus disc?pulos. La suegra aprendi? muy bien la lecci?n de ese día: En ese momento se le quit? la fiebre y se puso a servirles (Marcos 1,29 – 31). ¿Cu?ntas lecciones tenemos que sacar de este pequeño acto de donaci?n? Se dice que arrastra más un ejemplo que muchas palabras. El ejemplo está claro: Cristo, servidor de los hombres para salvarlos. Por eso he dicho: Aqué estoy, tal como el libro dice de m? (Salmo 40,7).

Aunque haya pasado toda una tarde de enseñanzas con sus disc?pulos Jesís al anochecer sirvi? a los demás (Marcos 1,32) para darles la vida y que la tuvieran en abundancia. No sí lo actu? en ese pueblo, sino que su amor se extendi?, durante su vida terrena a los jud?os (Marcos 1,38), y hoy sigue haciendo el bien, a través del ejemplo de sus consagrados, a través de la oraci?n abnegada de todos los días de una madre de familia, o la sencillez de corazón de un jovencito que hace un acto de amor para con el anciano que está cruzando la calle. El act?a hoy de muchas formas en el mundo. A m? me agrada hacer tu voluntad, Dios m?o; llevo tu enseñanza en el corazón (Salmo 40,8).

 

¡¡¡Padre eterno, quiero buscar tu presencia divina para que tu Espíritu Santo me revele la persona y la misi?n de Jesís, tu Hijo amado, renov?ndome y san?ndome mi esp?ritu quebrantado para aceptar d?cilmente su poder sanador!!!
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< /font>Que el Padre Dios te bendiga y te proteja, te mire con agrado y te muestre su bondad. Que el Padre
Dios te mire con amor y te conceda la paz.
Juan Alberto Llaguno Betancourt
Lima – Per? – SurAm?rica


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