semilla y pan

 Porque como desciende de los cielos la lluvia y la nieve, y no vuelve allá, sino que riega la tierra, y la hace germinar y producir, y da semilla al que siembra, y pan al que come, así será mi palabra que sale de mi boca; no volverá a mí vacía, sino que hará lo que yo quiero, y será prosperada en aquello para que la envié» (Isaías 55:10,11).
ESTO es lo que la Palabra de Dios pone en nuestras manos. La lluvia y la nieve que Dios envía sobre la tierra da nutrientes a las plantas y éstas producen las semillas que el campesino lleva a su granero para que tenga qué sembrar el año siguiente, y qué poner en su mesa, para que su familia tenga qué comer.
Pero entendamos bien la figura, aquí la frase: así será mi palabra no se aplica directamente a la semilla como en otros pasajes (Lc. 8:11), sino a la lluvia y la nieve que riega la tierra, y la hace germinar y producir. Esto nos dice que, entre la provisión de Dios (lluvia y nieve) y lo que llega a nuestras manos (semilla y pan), está el trabajo de cultivar y cuidar la tierra: ahuyentando las aves que pueden arrebatar la semilla, quitando las piedras que impedirán que eche raíces profundas y eliminando las yerbas que robarán sus nutrientes.
Hermanos: tenemos en nuestras manos una Biblia y las bendiciones de Dios se derraman en nuestras vidas, pero, para obtener semilla para sembrar, es decir, un mensaje qué compartir, y pan para comer, es decir, el alimento necesario para nuestro crecimiento en el Señor, ¡necesitamos trabajar!
Por tanto:
No nos cansemos, pues, de hacer bien; porque a su tiempo segaremos, si no desmayamos
(Gá. 6:9).

 

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