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Convierte las debilidades de tú (pequeña) iglesia en (grandes) fortalezas

Convierte las debilidades de tú (pequeña) iglesia en (grandes) fortalezas

Debemos de recordar el poder que fluye al aprovechar nuestras fortalezas.

¿Por qué deberíamos preocuparnos con esto?

Las pequeñas iglesias casi nunca tienen suficiente dinero, gente o instalaciones para ser innovadoras, ¿verdad?

Esa es precisamente la razón por la que debemos ser innovadores.

La falta de recursos es lo que estimula a la mayoría de los innovadores a pensar de manera diferente. Esto también puede ser cierto para las pequeñas iglesias. Algunas de las más grandes ideas, productos y revoluciones del mundo surgieron, no porque alguien tuviera dinero y recursos ilimitados, sino precisamente porque no los tenían.

La falta de recursos es lo que impulsa a la mayoría de los innovadores a pensar de manera diferente. Esto también puede ser cierto para las pequeñas iglesias.

Cuando tienes mucho dinero, gente y otros recursos, puedes hacer la iglesia según los recursos. Grande, incluso excelente, y rápido. Puedes ir a las conferencias regularmente, leer los libros sobre el tema, contratar un consultor y seguir la última tendencia.

Las cosas buenas se pueden hacer de esa manera. Las grandes cosas pueden hacerse de esa manera. Pero las cosas innovadoras nunca se hacen de manera normal.

La innovación, por su propia naturaleza, es nueva, diferente y audaz.

La gente (y las iglesias) con dinero, tiempo y recursos pueden estudiar y seguir los últimos métodos, ideas y tendencias. Pero el hecho de que esté siendo estudiada, seguida y adoptada por otros, significa que ya no es innovadora. De vanguardia, tal vez. Pero ya no es verdaderamente innovadora.

La innovación no puede ser estudiada y adoptada porque, para cuando llega al último seminario donde alguien puede enseñarla a otros cómo hacerlo, el verdadero innovador ya ha avanzado.

Normalmente nos tropezamos con la innovación, no por elección, sino después de haber sido acorralados por las limitaciones de nuestras circunstancias.

Los que tienen todo a sus pies no inician las revoluciones

Nuestra actual revolución electrónica, numéricamente rápida, es un gran ejemplo de ello. Hoy en día, es impulsada por corporaciones multimillonarias, pero no es ahí donde empezaron sus verdaderas innovaciones.

Apple, Google y Microsoft no nacieron en los departamentos especializados de las grandes empresas del mundo (en ese momento, esos eran GM, IBM, Sears y otras empresas que ahora se denominan, no por casualidad, dinosaurios).

La revolución digital comenzó en los garajes suburbanos de ciudades como Seattle y San José (alias Silicon Valley), por adolescentes y veinteañeros que eran forasteros, geeks y nerds. Estaban jugando con la electrónica en los garajes de sus padres los fines de semana, en lugar de jugar al fútbol o en el equipo de animadoras, precisamente porque eran forasteros, geeks y nerds.

Hoy en día, esos nerds dirigen el mundo.

Su falta de dinero, recursos y ser «cool» no les impidió ser innovadores. Al contrario alimentó su innovación.

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